miércoles, 23 de julio de 2008

Cierra los ojos!!!

- Cierra los ojos!!!
- Pero me voy a caer!!!
- Nooo, yo te guiaré, vamos ciérralos!!!

Así accedí a cerrar los ojos y temerosamente deje que Gian Luca guiara mis pasos. El camino se hizo un poco más largo de lo habitual y sólo podía sentir sus manos en mis hombros y la tenue luz de la calle.

De pronto el camino se hizo más suave y Gian Luca hizo que me detenga en cierto lugar. Luego sentí como se cerraba una puerta, el ambiente que recuerdo tenia un aroma agradable, no distinguía si eran flores y me intrigaba el piso suave. Yo seguía parada en lo que aparentemente era el medio de su departamento. En mi rostro dibuje una sonrisa y pregunte si ya podía abrir los ojos. El contestó que aun no y pude darme cuenta de que estaba encendiendo velas, ya no sentía la penumbra.

En un momento me dijo que extendiera mi brazos como si fuera a sostener algo, dudando y sin premura lo hice y en ese momento me pidió que abriera los ojos. Wow!!! Era un hermoso ramo de rosas lo que tenía entre mis brazos y eran miles de pétalos de rosas bajo mis pies y regados por todo el recinto, eran velas de colores las que iluminaban calidamente la habitación.

Mi cara era de absoluta sorpresa, tarde un poco en regresar a la realidad y cuando lo hice no pude más que abrazarlo y darle un beso con la mayor emoción. Me sentí tan tremendamente halagada por todos los detalles. “Es en compensación por haber estado ausente tanto tiempo” diciendo esto me sentó a la mesa.

Había preparada una cena bastante agradable con vino incluido y se había tomado la molestia de que todo quedara en perfecto orden para una velada asombrosa. Fue una de las sorpresas más bellas que alguien podría haberme ofrecido hasta aquel momento.

Culminamos de cenar calmadamente y luego nos terminamos el vino, conversamos un poco, reímos otro tanto y guardamos silencio también. Ya muy avanzada la noche, el sueño se había apoderado de nosotros. El se recostó y yo junto a él; su mirada me buscaba, sus labios me deseaban pero yo no quería más que descansar un poco antes de ir a casa.

Habían pasado ya un par de horas cuando decidí partir a mi hogar. Me aliste para salir, me volví a peinar y a ponerme un poco de lápiz labial. “Gian Luca ya vamos”… pero no me respondió, él se había quedado dormido y entre sueños me dijo “duérmete conmigo, es tarde” y se acomodó en su almohada. Mi desesperación se acrecentaba ante no poder ni saber como salir y regresar a casa. Yo hasta ese tiempo, era muy miedosa, casi no salía sola y estaba acostumbrada a que me recogieran y dejaran en casa. Era incapaz de coger sus llaves y salir en busca de un taxi a esas horas de la madrugada.

Varias veces intente despertarlo y pedirle que me llevara a casa, pero fue en vano. Yo no pude conciliar el sueño, miré mi reloj y mi permiso ya había pasado abismalmente de sus límites. Eran las 3 de la mañana cuando decidí sentarme junto a la ventana y ver angustiosamente como pasaban los minutos lentamente. Mis ojos permanecían abiertos y algo húmedos por la impotencia de no poder hacer nada. Recliné mi cabeza en mis rodillas, cambie de posición, mire de reojo a Gian Luca, quien dormía ajeno a mi angustia. Volví a mi posición original a seguir observando la oscura noche.

De pronto la eternidad de la noche había empezado a clarear, dejando ver las siluetas de las casas del vecindario y a lo lejos la neblina típica de una mañana limeña. Me volví a levantar y nuevamente me acicale cual felina, con toques de agua nada más. En ese momento Gian Luca se dio cuanta que no había dormido toda la noche y su mirada fue de tristeza y reproche hacia si mismo.

Caminamos a un lugar donde podría irme con tranquilidad, le di un beso intentando tranquilizarlo y desaparecí de su vista. Ya camino a casa no pensé en otra cosa que el sermón que me esperaba y quien sabe que cosas más. Hasta ese día nunca me había quedado a dormir fuera de casa, a menos que sea en la casa de algún familiar. Supuse que en mi casa encontraría esa mezcla de preocupación, decepción y rabia, una combinación nada agradable.

Llegué a casa a las 6 con 30 de la mañana y ni bien abrí la puerta escuche mi nombre dicho con rudeza. Mi rostro se lleno de lágrimas, cerré los ojos, entre a la sala y no tuve más remedio que enfrentarme a mi castigo.

2 comentarios:

sybilla dijo...

me encanto el post, si a todos nos ha pasado q x diferentes motivos nos hemos pasado de la hora indicada pero al menos valio la pena.. yo a mis 25 años todavia lidio con eso ya que mi padre, un marino retirado, tiene reglas bastante estrictas! asi q ya te imaginaras!!!

Anónimo dijo...

El recuerdo de aquella noche se ha quedado grabado en mi memoria, recuerdo mis temores de que los detalles nos ean perfectos, recuerdo mis manos temblorosas que por un momento fallaron al encender las velas, recuerdo als ranas de chocolate que decoraron graciosamente entre capullos de rosas... recuerdo que no fui el caballero que debi ser al temrinar la velada, recuerdo el remordimiento y la tristeza amarga de aquel amanecer.

Estoy muy agradecido por que hayas dedicado un espacio de tu blog para recordar de cierto modo algo que para mi es el unico detalle romantico que he hecho, no he podido volver a cocinar del mismo modo, siento que el sabor que senti esa noche es el mejor que alguna vez pude hacer, prometo volver a cocinar para ti y aunque espero no te decepciones, esta vez llegaras a uan hora adecuada a casa...

G.L.