domingo, 21 de septiembre de 2008

Capítulos que se cierran

Otra fría mañana de invierno la adormilaba en su cálida cama. Gabriella había despertado temprano ante la insistente voz de su madre. Se levanto pesadamente dejando caer sobre la alfombra uno que otro muñeco de peluche mal acomodado.

Aún medio dormida entro en la ducha y dejo fluir el agua caliente sobre ella; era su manera de relajarse y decirle hola al nuevo día. Entro en su habitación y se vistió bastante formal, cogió algunos papeles y direcciones que la noche anterior había acomodado mientras sus pasos la dirigían al comedor. Los nervios habían hecho de las suyas ahuyentando su usual apetito.

Ya habían dado las 8 y 30 en el viejo reloj que colgaba desde hace muchos años en el mismo lugar y junto a los mismos cuadros antiguos de alguna ciudad europea desconocida para ella y pintada por alguien quien no logro inmortalizar su nombre en los textos de historia.

Cogió el bolso azul que su madre le había prestado y un fólder con papeles en blanco y negro donde se resumía en un par de hojas prácticamente toda su vida hasta aquel entonces. Al cruzar el umbral de su casa recordó que no había sacado las suficientes copias a sus documentos que acompañarían su hoja de vida y medio a regañadientes cambio su rumbo a la librería más cercana.

Lamentablemente el tiempo no perdona y su reloj ahora ya marcaba las 9 de la mañana. Cogió el resto de papeles y enrumbo a la primera dirección que tenia en su pequeña lista. Camino por varios sitios, unos más bonitos que otros pero todos más o menos cercanos. Gabriella había decidido que no quería trabajar en lugares lejanos a su hogar, lo que reducía grandemente sus alternativas. Revisó su lista de 5 lugares y ahí estaba el último. Los Laureles decía, caminó algo cansada hasta llegar a la dirección anotada. Subió mirando su figura tras los espejos del estrecho ascensor hasta legar a un décimo piso. Entró tímidamente a una pequeña salita de un par de cómodos sillones y en dónde un joven amablemente recepcionó sus documentos, una vez más salió con la esperanza de que la llamarían.

El camino a casa fue tranquilo, aunque Gabriella se había inmerso en un incómodo silencio, en su mente divisaba cada uno de los lugares a los que había visitado y se preguntaba en cual de ellos irá a parar o tendría que seguir semana tras semana buscando en uno y otro lugar. Ya en casa su madre la esperaba con el almuerzo recién servido y con miles de preguntas que aturdían a Gabriella. Después de contestar algunas preguntas y obviar otras subió a su habitación. Volvió a ducharse, se colocó su pijama azul, encendió la televisión y se dejó caer torpemente sobre su cama y en un “que será de mi” se quedo dormida.

En su profundo sueño un sonidillo se metía incesante en su subconsciente para traerla nuevamente a su habitación con el timbrar del teléfono por compañía. Se levanto de un salto hacia el teléfono y para su gran sorpresa mañana a primera hora ya tenía una entrevista. Su largo y tediosos paseo de la mañana había dado su primer fruto.

Gabriella durmió apaciblemente aquella noche a pesar de su nerviosismo. A la mañana siguiente se levantó animosa, comió rápidamente lo que pudo y salió en busca de su destino.

Llegó cinco minutos antes de la hora pactada y espero otros quince antes de ser atendida. Al finalizar la entrevista Gabriella salió con una sonrisa de oreja a oreja. Había conseguido empleo después de algunos meses de encontrarse estirando cada centavo que le quedaba.

Aquella noche antes dormir contó emocionada que ya había conseguido un empleo, en su cabeza visualizaba que vestiría al día siguiente y como haría con sus clases de la universidad. Resultaba quizá algo apretado el horario pero no tenía otro remedio. No siempre las cosas resultan sencillas para algunos. El nuevo día por fin le sonrió con su cielo nublado y con una llovizna propia de las limeñas mañanas de invierno.

Era su primer día en aquella oficina y se sentía un poco ajena aún; las explicaciones dadas por algunas personas eran tan rápidas que apenas lograba captar la mitad de lo que decían, el resto tenía que averiguarlo por ella misma. De pronto ya tenía una relación bastante amplia de obligaciones de una y otra persona. Gabriella quería agradar a todos y se esforzaba en vano por hacer varias cosas al mismo tiempo; digamos que su primera mañana no resulto como ella había esperado. Una y media de la tarde y por fin pudo subir a una pequeño ambiente acondicionado como una cocina comedor. En silencio se sentó con el almuerzo que su madre devotamente se había levantado a prepararle. Siempre había sido así para Gabriella y ese día no era la excepción. Mientras ella escarbaba el arroz pensativa por como le había ido, entro otra joven delgada de cabello negro ondeado que le sonrió amablemente.

- Me muero de hambre – Comento la desconocida con un gesto de complicidad
- Yo también aunque me siento nerviosa – Contestó Gabriella devolviéndole la sonrisa
- Me imagino, como es tu primer día, pero tranquila – Culminó la joven mientras se sentaba junto a Gabriella.

Para la tarde Gabriella ya había entablado una amistad con Claudia. Ambas habían congeniado tan bien que sentían un cierto apoyo al estar juntas. Hora de salida, Gabriella cogió su morral y tan de prisa como pudo salió de la oficina rumbo a su universidad.

Las primeras semanas habían resultados agitadas pero ya se había acostumbrado al ritmo, aunque luego el agotamiento le jugaba una mala pasada en sus clases de primera hora, en las que solía quedarse dormida y despertaba sobresaltada ante un puntapié en su carpeta o ante la voz de algunos de sus tutores.

Los días en la oficina, por otro lado, resultaban en su mayoría agradables, aunque muchas otras su genio impulsivo la hacían perder los papeles. Afortunadamente, Claudia había resultado una gran amiga y un estupendo apoyo para ella. Algunos días parecía que el trabajo terminaría con Gabriella, tenía un cúmulo de actividades que parecían no acabar por más que se esforzaba.

En ocasiones tuvo que faltar a sus clases para terminar algún informe importante que tenía pendiente. Otras tantas no asistía sólo por que el agotamiento no le permitía mantenerse completamente receptiva a lo que le decían.

No faltaron momentos en los cuales deseaba con toda el alma dedicarse a una sola cosa como muchos de sus amigos, estudiar en este caso, esa era su prioridad y le resultaba tan difícil muchas veces terminar de leer las separatas o libros pendientes. Más de una vez, sólo leía la introducción, algo de la mitad, la parte final y la conclusión; muchas veces le dio buen resultado pero otras no tenía ni idea de las respuestas que pondría en sus controles de lectura.

Los días no hubieran sido tolerantes de no ser por Claudia que le daba ánimo y le daba un toquecito de alegría a su ocupada vida.

Pero como todo en este mundo tiene un final y Gabriella no estaba exenta a esta regla y los días en su trabajo ya habían llegado a su fin y con tristeza tuvo que decirle adiós a todo lo que conoció en ese lugar, a los estresantes días, a los días de poco trabajo, a los días felices y a los que deseaba olvidar. Cuando le contó la noticia a Claudia, ella se puso a llorar junto con Gabriella, ambas sabían que se distanciarían mucho pues sus caminos eran diferentes ahora y Gabriella tenía una vida muy ocupada.

Aún así conversaban de cuando en cuando y el cariño y los buenos recuerdos quedaron arraigados en sus memorias. Este fue una etapa más para Gabriella, una de sus tantas historias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

do tiene un incios y un final pronto para mi al igual que a ti cerraré un capítulo grande de mi vida laboral pero todo con el buen animo de que pronto hay un nuevo mañana y un nuevo comienzo, lo importante es todo lo bueno que pudiste obtener de este capitulo que se cierra y no solo por las experiencias si no por aquellas personas que marcaron una diferencia e hicieron que el día a día pasara de un atroz y estresante dia de trabajo en una sonrisa amable...

sybilla dijo...

que lindo nombre el de la nueva amiga de Gabriela... bueno yo soy de la idea de q por donde vamos culivamos amistades que van a formar parte importante de nuestras vidas en mi caso yo conoci a una pequeña pelirroja a la que le digo Gasparina en un karaoke! linda ella y se que con ella puedo contar para reirme y para que me cuente secretos referentes a su nuevo trabajo... el congreso!