domingo, 21 de septiembre de 2008

Buscando ser otra

Había tocado más de las 11 cuando Sandra se despidió de Gonzalo, su presencia casi gélida, casi espectral herían a la desventurada joven.

Sandra no decía nada, todo lo callaba, vivía su tristeza en silencio, fingiendo día a día su sonrisa, respondiendo con alegría un saludo, reprimiendo aún en la soledad de su alcoba cientos de lágrimas que morían por brotar.

Sus pies se sentían cansados ya de caminar y la agonía flagelante de la desdicha se estaba apoderando lentamente de su ser, como una lúgubre sombra que consumía todo rastro de luz existente.

Ya en casa sentose en silencio pensando en Gonzalo, en cuanto lo amaba y en que a él parecía no importarle mucho, sentía que él no valoraba ese sentimiento puro de entrega y desinterés. Pensaba en que muchas veces sólo respondía a su afecto con una rauda sonrisa que se esfumaba cual estrella fugaz.

De pronto su rostro se encontraba empapado mientras sus ojos miraban sin mirar, sin parpadear, tan sólo dejando escapar su dolor transformado en gotas salinas que empapaban sus mejillas y rodaban hasta caer al piso una tras otra.

Todo lo que deseaba era estar sola, dormir y olvidarse de todo, despertar un día transformada en otra, como una crisálida transformada en mariposa. Esa noche Sandra llegó a la penosa conclusión de que jamás sería feliz sólo siendo ella.

Su alma envenenada por la amargura convertía en trizas todo lo que ella conocía por bello, aún Gonzalo no se escapaba de esta realidad y sin embargo el podría haber revertido su actual realidad.

La pobre Sandra ya no vivía, simplemente agonizaba en silencio.

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